1992: El Año en que la Historia corrió más que Nosotros.
Antonio Grandío Botella
Rosana Peris Pichastor


En el Diálogo, lo Social, lo Político y lo Económico son lo mismo.

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Una vez más, las palabras claves para el año que termina son "crisis" y "conflicto". Términos aplicables siempre a cualquier ámbito, sea este el económico, político, social, psicológico etc.

Hay gente que cree en una especie de espíritu de los tiempos que avanza con independencia de la velocidad con que la humanidad es capaz de asimilarlo. Y si esto fuese cierto cabría calificar este año como aquél en que la historia corrió más que nosotros. Este espíritu parecería incluir en su seno todos aquellos aspectos que nosotros creemos que tienen existencia independiente. Desde este enfoque, hacer el clásico análisis parcial por áreas temáticas, como si lo económico fuese independiente de lo social y de lo político, es algo que viene a ser, si no inútil, bastante infantil. Que la sociedad somos todos y que nuestra economía es parte de nuestra cultura y/o viceversa es algo que intelectualmente todo el mundo acepta. Sin embargo parece como si ni siquiera las implicaciones más inmediatas de ello fueran captadas por los especialistas de cada una de dichas áreas.

Existen economistas que, frente a la extraña terminología que su ciencia usa para explicar la inflación, confiesan que esta no es más que un deseo del ser humano por tener más de lo que inmediatamente dispone. Igualmente, hablar de créditos financieros no es más que cuantificar, en moneda de curso legal, la confianza que alguien deposita en nosotros (crédito viene del latín "credere" confianza). Ahora bien, qué duda cabe de que esta confianza es función en gran parte de la afinidad nacional, cultural y de raza que exista. Así, la televisión española habla de "nuestra" balanza de pagos en relación con una identidad nacional (España) que quizá un nacionalista catalán no acepte. Para él la balanza significativa en su mente es aquella que se realiza entre el "gobierno central" y "su País". De este modo, vemos cómo detrás de toda economía está lo cultural, lo nacional y lo político: establecer quiénes son "ellos" y quiénes somos "nosotros". La Contabilidad, lo transaccional y lo económico empiezan donde personas y/o grupos comienzan a etiquetarse como entidades distintas.

Henos aquí con uno de los fundamentales cambios que el 92 nos ha deparado: el último en que, teóricamente, las "naciones" de Europa han actuado como "entes económicos distintos" con cuentas separadas. Queda ahora ahondar en el escollo más temible y fantasmagórico: la soberanía nacional. Todos los "estados miembros" hablan de lo positivo y lo negativo que la integración europea supone para "su" identidad nacional, social y económica y raras son las voces que se atreven a reconocer la inevitable contradicción entre soberanía e integración.

Curiosamente no ha habido problemas nuevos que no existiesen ya hace más de 2000 años. Simple y llanamente, y gracias a las nuevas tecnologías, el planeta es cada día más una especie de "aldea global" donde "todo se sabe". Hablar de racismo, nacionalismo, búsqueda de poder y de intercambios de "bienes y servicios" entre razas y naciones (que hoy viene a llamarse economía) es tan viejo como la humanidad misma. Lo que sí es nuevo es la creciente sensibilidad social por cuanto acontece allende sus aledaños más cercanos. Y esta sensibilidad crea, inevitablemente, una crisis en la conciencia de las personas sin precedentes.

Los que nos dedicamos a la Psicología Clínica nos encontramos cada vez más con pacientes que acuden a consulta por motivos del tipo: "no se lo que me pasa, cada día me encuentro más desorientada/o, ya no se qué papel desempeña en mi vida la familia, el matrimonio, la amistad, mis relaciones sociales... etc.". Al igual que acontecía con ciertos economistas, existen ciertos psicólogos que creen que su ciencia no tiene la exclusiva del problema humano. Frente a la creciente inutilidad de técnicas, más o menos mecánicas, que hicieron las delicias de ciertos clínicos de antaño, otros creemos más en el conocido, aunque quizás menos entendido, "diálogo socrático" (día: a través logos: palabra, razón) como medio eficaz para hacer "terapia".

Dialogar, relacionarse, es quizá el método más sublime inventado por el ser humano, sea este profesional, empresario, artista o científico. La única forma de entender aquella especie de "espíritu de los tiempos" es que existan relaciones, comunicación en un mundo demasiado orgulloso de estar dividido en infinidad de facciones, razas, naciones, ciencias y religiones. Pero incluso más allá de la comunicación y del diálogo que implican, como en la economía, un intercambio de "mensajes" (en vez de bienes y servicios) en el que existen entidades que se conciben como distintas, cabría hablar de una cierta empatía, esa extraña capacidad para "vivir en los zapatos del otro".

Tal tipo de conciencia posibilitaría una sustitución de los antiguos y peligrosos "pegamentos" ideológicos de gente que hacen de la diversidad una barrera en vez de una riqueza a preservar, en el sentido más ecológico posible del término.

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