Si uno pudiera, con pantalla incluida, hacer un cine para que esta vivencia pudiera contemplarse.

Si, con un morreo, un whisky con hielo, un apretón de manos, pudiera, siquiera por minutos, poner al de enfrente en onda...

Ni bailando logra uno conjurar la magia del hechizo para ellos. Un ser curioso, no más llego a ser, pues. No podría, dicen a veces, vivir como tú, ¡qué aburrido!. Eso que siento entonces ¡oh Dios! ¿qué es? esa tristeza, ese ver que tragan el cuento, que realmente no van a más. Verles condenados a muerte con la seguridad del borracho envenenado. Es cierto que llegan hasta a compadecerme. Viniendo la muerte bailan la fiesta de la ignorancia antes de la guerra.

La futura guerra dará vida y sentido a sus restos.

Hablando, emocionándose, llorando, comiendo... sin sol, sin serenidad.

En el jardín juegan niños bajo la soñolienta mirada del maestro, tienen media hora de recreo en el patio ¡gritan como diablos jugando! Al toque del timbre vuelven sudados al aula, sus baberos y sus cromos, sus particulares amores y rencores. Lección sexta, la tabla del 9. Mamá cómprame una bici que las he aprobado todas.

Allá, en verano, en la balsa caliente las avispas, las libélulas y las trenzas de María. Los palosantos, los naranjos y la acequia, las lagartijas semi-ahogadas en el cubo y la mamá en la cocina.

Sé ¡oh palpitante esencia! abrir mi pecho a ti, enamorarme de ese sol ensoñador y, con luz decirte ¡hasta luego! Pisar hojas caídas en el soleado y húmedo bosque, y danzar rodeando troncos mientras rayitos numerosos grandes y pequeños recorren la pantalla de mi cara cuando ando con los ojos cerrados... ¿o están abiertos? Bajan desde las altas copas verdes semi-transparentes hasta mí corazón colapsado de ser bosque, luz y sombritas, música de gnomos y humedad de bichitos semiocultos en el musgo.

Yo soy ese ángel que creó la naturaleza, ese éxtasis del Demiurgo que barrió lo pesado y lo tremebundo. Di vida a la ardilla y la nuez y los uní por un lazo oculto tras la cortina hecha de pensamiento humano.

Yo despeñé las aguas brincantes desde donde las rocas olían el cielo azul, sabiendo desde el principio que irían al mar. De un suspiro entrecortado hice ennegrecer la atmósfera y callar a los habitantes del lugar con un relámpago atronador.

Es todo lo mismo, esta vida de la cual uno es sólo parte y de la cual el hombre es apartado por el destino unos cuantos trozos de tiempo hasta que, como el hijo pródigo, vuelva a casa, a su hogar tras destruir sus casas de chocolate y sus amores de boniato.

Cuanto de mi sois, somos, cuanto de todo al todo por los tiempos de los tiempos se amó, fue, es y será "per se".

Cuanto de cantar sabe la esencia, destilar, espina y rosa en tu o mi corazón.

(Antonio Grandío, Mística Práctica: 15/02/88).