La Educación: ¿"Aprender para Vivir" o
"Vivir Aprendiendo"?
Antonio Grandío y
Rosana Peris.
(última revisión: noviembre, 1999).
"De modo que, finalmente, se había hecho rico y pensó en transmitir a su hijo único toda su experiencia, que él mismo había pagado al precio de sus ilusiones perdidas. Una última y noble ilusión de la vejez..." BALZAC.
La Experiencia no es Transmisible: quizás la educación, en su esencia, no sea transmitir conocimientos.
Básicamente, existen dos perspectivas sobre la Educación, las cuales tienen sus metáforas correspondientes: educación como "la página en blanco" en la que se escribe vs. Educación como "la semilla que se hace árbol" si se le prestan ciertos cuidados.
Educar | Educir | |
Metáfora | Página en Blanco | Semilla que crece |
Esencia | Conocimientos | Descubrimiento |
Objetivos | Comprensión Lógica | Comprensión Vivencial |
Utilidad | Instrumento "para" | Fin en sí mismo |
Motivación | Recompensas/Castigos | Recompensa en sí mismo |
Método | Sistemático | Sistémico |
Parece que los docentes
incurrimos en "una última y noble ilusión de la vejez...",
como señalaba Balzac, en nuestro intento de transmitir
conocimientos a los "pasivos" alumnos. Esta
ilusión bien podría tener su origen en una de las dos raíces
que muchas veces se le atribuye al verbo "educar". Nos
referimos al término latino "educare" que alude
a introducir información "desde fuera hacia adentro".
El objetivo esencial perseguido en su aplicación ha sido la
memorización de ciertos conocimientos, que en sí mismos no
provocan ningún interés en los alumnos, mediante el método del
"premio" y/o el "castigo" correspondientes.
En esta línea es curioso constatar que el origen etimológico de
la palabra aprender está en el término "premia"
cuyo significado era "obligar", "dar prisa".
Así, la mayoría de sistemas educativos actuales, sean estos
primarios o universitarios, tienen como base esta acepción, la
cual considera que el ser humano es una especie de "tabula
rasa", un folio de papel o una cinta magnetofónica en
blanco donde hay que grabar un montón de cosas, además de
aceptar como inevitables el disgusto (tanto por parte del
profesor como del alumno) y las consecuencias indeseables que
surgen al hacer las cosas sin ganas.
Entre estas consecuencias indeseables, cabe señalar el fracaso escolar, la angustia, la inconexión de lo aprendido con la realidad, y la diferenciación excesiva entre la escuela y el tiempo de ocio. Esta inconexión, además, hace que el ocio se convierta en la recompensa al desempeño en la escuela, a la vez que esta se convierte en el castigo del primero.
Sin embargo, la ilusión descrita por este autor de "transmitir la experiencia" queda totalmente fuera de nuestro alcance: nadie puede transmitir la propia experiencia a nadie si ese "otro" no lo experimenta también. No podemos explicar el sabor de una naranja a quien nunca la ha probado (aunque sí podemos hacer que memorice ciertas descripciones: agria, ácida etc.). De hecho, el alumno sabe que basta con asociar tales descripciones con la naranja cuando se le pregunte al respecto para obtener una recompensa, aunque nunca la haya probado.
Alternativamente, existe otra raíz
del término que puede servirnos de cimiento para el desarrollo
de una educación distinta. Nos referimos al término "educere"
cuyo significado es "sacar afuera desde dentro".
De esta forma, los
sistemas educativos fundamentados en esta significación tomarían
al alumno como un ser vital, alguien "activo"
que necesita desarrollar, actualizar unas potencialidades que ya
tiene dentro de sí esperando manifestarse. La metáfora sería
la de una semilla que, regándola, protegiéndola de las
inclemencias extremas del tiempo etc., llega a convertirse en un
árbol. El método para que ello suceda es la experiencia.
Desde este enfoque, aprender, comprender y vivir (experimentar)
son términos sinónimos. Así, la comprensión implica "descubrir",
por medio de la experiencia, la relación existente entre las
cosas y nosotros mismos. La educación iría pareja a los
descubrimientos vitales que todos tenemos al crecer. Aunque
pudiera pensarse que esta manera de enseñar lleva implícita un
menor rendimiento (sobre todo si el profesor no "ama"
su tarea), la evidencia real de su aplicación en ciertos centros
piloto sugiere lo contrario, pues el aburrimiento y el conflicto
de deseos no tiene lugar en un entorno donde el niño, guiado por
el profesor, hace descubrimientos día a día motivado únicamente
por el mero placer de descubrir, no por una recompensa. Nos
encontraríamos con personas que estudian porque les divierte lo
que hacen y disfrutan con ello (recordemos que a pocos niños hay
que obligarlos a jugar). No aprenden cosas para vivir,
sino que aprenden la vida experimentándola. El realismo de Balzac,
y solo hasta cierto punto, pudiera entonces convertirse en "la
primera y única realidad" de la educación genuina.