Discurso para el segundo aniversario de la revista "Huella 7".
Hotel Intur, Castellón, 1992.
Antonio Grandío Botella.

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Existe una vieja polémica acerca de si la ciencia, el arte, la sabiduría en general, debe ser una aventura individual, un camino a recorrer por un puñado de locos apasionados por la investigación, ante la incomprensión creciente de la mayoría de la humanidad o si, por el contrario, todas las áreas del saber deben estar profundamente enraizadas en la sociedad donde uno vive y, por tanto, es deber del artista, científico o filósofo traducir su pasión en términos comprensibles al resto de la sociedad, porque el destinatario final o, digámoslo de otro modo, la "misión" del sabio es la sociedad misma.

Es la polémica del "arte por el arte", la "ciencia por la ciencia", enfrentándose al "arte social" o a "la ciencia como servicio a la sociedad". En la historia ha habido multitud de defensores de una u otra postura (en el terreno del arte tenemos por ejemplo al artista individualista que propugnaba Oscar Wilde, frente al "arte social" de Leon Tolstoi).

Viene esto a cuento porque creo que Huella Siete viene a pretender conseguir una síntesis entre estos dos enfoques. Con esta dialéctica en la mente, una de sus ilusiones era el crear una publicación que, además de cumplir ciertos requisitos económicos obvios, diera vía de expresión simultánea, y en igual medida, tanto a temas de interés específicamente locales como a temas de alcance humanístico, filosófico y científico global. Ello no era pues, un mero reto comercial, de marketing y de rentabilidad económica, sino que también consideraba el problema de mantener la libertad, independencia y calidad necesarios para que ciertas inquietudes, más sutiles sin duda, pudieran manifestarse de modo transparente y sin sesgos.

Creo que tal fórmula ha sido notablemente conseguida, toda vez que pocos de nosotros apostábamos un duro a que la revista pasara del semestre de vida. El que estemos hoy aquí reunidos, en su segundo aniversario, es una muestra más de cómo las estadísticas, léase el sentido común del hombre común, entre los cuales me incluyo, falla estrepitosamente. Una y otra vez me he preguntado cómo ha sido posible que este proyecto tuviera éxito.

Así y "a posteriori", lo cual ya no tiene mérito, veo en ella una sensibilidad humanista con una amplitud de espectro difícil de igualar. Es fácil encontrar hoy en día publicaciones comerciales sin más y publicaciones "culturales" sin más. Aún así, estas últimas difícilmente abarcan todo el amplio abanico de artes y saberes humanos. Casi sin darse cuenta, Huella Siete lo ha conseguido. Y repito: casi sin darse cuenta.

En parte, Huella Siete nació heredando la vocación con que lo hizo su predecesora la revista "Papel de Water", revista bien conocida en el antiguo C.U.C. por los que fuimos estudiantes en aquel entonces, una vocación mezcla de humanismo, anarquía irreverente, que no anarquismo, y una especie de cinismo, permitidme la palabra, "borde" hacia todas las manifestaciones lírico-culturales de la época. De ella se hereda además el característico aire universitario que impregna toda la revista, del cual es un buen ejemplo el personaje de comic "el Cuc Jaume I".

Los responsables de esta revista fueron, al igual que yo, y en mayor o menor medida, alumnos del antiguo colegio universitario y destacaron por ciertas inquietudes sociales al margen incluso, y permitidme también la expresión paradójica, de la "contracultura mayoritaria" existente. Si se me forzara a explicitar mejor tal inquietud, yo diría que, frente a las serias posturas militantes ideológicas propias de la generación de los 60 y 70, a nosotros, que formamos parte de la de los 80 nos entraba risa de todo, especialmente cuando descubrimos cuán parecidos son en el fondo todos los catecismos y credos de este mundo y cuán parecidos también, somos las personas que lo habitamos.

Pero, junto a la muerte de las ideologías, gran parte de nuestro sentido del humor lo ha hecho también y a su debido tiempo, como el resto de las generaciones anteriores, nos hemos lanzado al competitivo mundo de los negocios dejando en el camino los mocos y el radicalismo. Huella Siete es un proyecto más equilibrado y sensato, el fruto de la reflexión madura que siempre existe al principio y al final de toda pasión febril.

Ahora bien, Huella Siete es, en mi modesta opinión, algo más: una promesa. Nacida paralelamente a la nueva Universidad de Castellón, la Jaume I, puede ser tanto un buen foro abierto de debate filosófico, artístico y científico como un termómetro del nuevo clima cultural que emergerá, inevitablemente, de la interacción entre la universidad y la ciudad en general. En este contexto, cobra especial interés la realización de entrevistas en profundidad a figuras relevantes de los ámbitos científicos, académicos, artísticos o políticos, tanto locales como internacionales.

Hasta aquí llega lo que podría ser una introducción estándar a lo que se me ha pedido, es decir, una opinión oficial independiente de la revista. Sin embargo, se también se me ha instado a realizar una crítica personal.

Para mí, y reconozco que esta es una opinión a título personal, hablar de Huella Siete es hablar de unas personas en particular con nombres concretos. Lo que me une a estas personas es, más que nada, además de otras cosas menos importantes, los tramusos, la cerveza y la barra de madera de alguna bodega de barrio. Casi nunca hemos estado de acuerdo en nada y, sin embargo, la horas me han parecido minutos y los litros de cerveza pequeñas cañitas cuando discutíamos de nuestros temas favoritos: construimos la teoría del tramús oculto para explicarnos las fascinantes implicaciones que la nueva física cuántica suponen para la ciencia, la filosofía y el arte actual, la reinterpretación de la Economía como un juego de coaliciones políticas en busca del poder, sustituir el placer y el dolor de la Psicología mecanicista por la religión y verificar si explica mejor el comportamiento humano, etc, etc. Se que cuesta creerlo, pero no hay nada en la vida que me guste más que eso: la pasión por investigar sin motivo cualquier cosa, liberándose de la metodología y sustituyéndola por la pasión pura y simple por comprender... y no se si es soñar despierto pero estoy íntimamente persuadido de que, a medio plazo, la "escola de Castelló" dará su nota distintiva en cuanto a investigación se refiere.

Y digo esto porque no tengo ningún reparo en confesar que creo muchísimo más en los individuos que en la sociedad. Creo más en el arte por el arte, en la ciencia por la ciencia que unos pocos, y ante la más absoluta indiferencia de los demás, llevan calados en los huesos.

Mi crítica pues, no es otra que señalar el peligro de que la revista se convierta en una lucha entre grupos de interés, de defensa de posturas en vez de investigación. Quiero decir que las posturas son inevitables, pero que la pasión por investigar, dudar, conocer etc. debe ser siempre más importante. Las posturas pues deben ser meros instrumentos para que el debate sea constructivo.

Y ello implica que se tenga la suficiente inteligencia como para no convertirse en el "vocero" de los poderes de turno. Y fijaos que digo inteligencia y no valentía, porque la valentía no es mas que una reacción desde el miedo, y solo hay miedo cuando ya se ha tomado partido por algo, además de haber identificado un enemigo, real o imaginario, contra el cual ejercerla.

Espero entonces, y para terminar, que Huella Siete conserve aquél espíritu inicial de "sentido hondo del humor", más allá de culturas, ideologías y tomas de posturas aunque inmerso en ellas sin ningún temor ni restricción. Tal es, a mi juicio, lo que un humanismo universal y ecológico debe significar en esta pequeña ciudad del planeta tierra.

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